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Entre la dulzura y la resistencia: la historia de Anyi Gómez, una madre que transforma prejuicios desde su cocina

Anyi Gómez tiene 32 años, nació en Santa Rosa de Cabal y desde los 15 vive en Pereira. Su vida ha sido una suma de caminos difíciles, decisiones valientes y una voluntad inquebrantable de salir adelante. Es madre soltera de dos adolescentes, actriz, modelo de pasarela, y sobre todo, una mujer que no se queda quieta. Cargada de carácter, tenacidad y un profundo deseo de construir un futuro distinto, Anyi ha encontrado en el emprendimiento una forma de resistir, de sanar y de mantenerse firme.

En medio del paro nacional de 2021, con una canasta en la mano y un termo de aromática, comenzó a vender brownies caseros. Así nació Choco Happy, una pequeña pastelería alternativa que más allá de su nombre, guarda una historia de lucha, cuidado y propósito. Desde su cocina, Anyi encontró una manera de vivir con un poco más de autonomía, sin depender de empleos que no reconocían su esfuerzo, y sobre todo, con más tiempo para compartir con sus hijos.

Pero el camino no ha sido fácil. Uno de los principales retos ha sido el prejuicio social frente al cannabis, un ingrediente que para ella no representa adicción ni delincuencia, sino alivio. “Gracias al narcotráfico, la planta ha sido muy satanizada. Lo más difícil es que no hay suficiente educación al respecto”, cuenta. Su iniciativa trabaja con derivados del cannabis, buscando ayudar a quienes sufren de dolores crónicos, trastornos del sueño, convulsiones y otros problemas para los que la medicina tradicional ya no ofrece soluciones.

A pesar de no estar en la ilegalidad, su emprendimiento se mueve dentro de un vacío normativo. No puede acceder a certificaciones como el INVIMA, lo que limita sus posibilidades, pero no su compromiso. Anyi no pretende imponer una verdad, sino abrir una conversación necesaria: “Esta es una invitación a que no juzguemos solo por lo que nos enseñaron. El cannabis también es salud, también es cuidado”.

Su historia no es la de una empresa, sino la de una mujer que se rehúsa a rendirse. Que se levanta cada día para cuidar a sus hijos, para sostenerse con lo que sabe hacer, para enfrentar los juicios de una sociedad que muchas veces no perdona a las mujeres que deciden caminar distinto.

En su lucha cotidiana se cruzan la maternidad, el trabajo informal, la estigmatización y la esperanza. Y en cada brownie que hornea, Anyi deja un poco de lo que la define: resistencia, ternura y una profunda fe en que otro mundo —más justo, más empático, más consciente— todavía es posible.

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