Henry Laguado, el visionario que convirtió a Bogotá en un refugio para el cine independiente

Henry Laguado, el visionario que convirtió a Bogotá en un refugio para el cine independiente

En una época en que el cine colombiano apenas buscaba su identidad, Henry Laguado decidió fundar un refugio para las películas que nadie quería proyectar. Corría 1984 cuando nació el Festival de Cine de Bogotá, y con él, una apuesta que cambiaría el mapa cultural de la capital. Cuarenta años después, Bogocine no solo sigue en pie: es testimonio de resistencia, diversidad y pasión por el cine independiente.

Desde sus primeros días, Laguado entendió que el arte debía incomodar. Mientras otros festivales apostaban por el brillo de las alfombras rojas, él prefirió las salas pequeñas donde los espectadores conversaban después de cada función. “El cine es un espejo que nadie debería censurar”, repetía. Esa frase se convirtió en el lema silencioso del festival, que empezó con cinco largometrajes y un documental, pero con una convicción más grande que cualquier cartelera.

Su símbolo, el Círculo Precolombino, fue una declaración cultural: el cine también pertenece al territorio. Mientras el mundo miraba a Cannes o a Hollywood, Laguado afirmaba que América Latina podía premiarse a sí misma. No era solo teoría: Bogocine fue el primer festival en reconocer internacionalmente al entonces joven Pedro Almodóvar, cuando el director español aún no era una leyenda.

A lo largo de estas cuatro décadas, Henry Laguado ha demostrado que el cine no es solo proyección: es diálogo, educación y memoria. Bajo su dirección, el festival ha sido escuela para espectadores y plataforma para nuevas voces. Su programación ha oscilado entre el documental, lo experimental, la animación y el cine político, abriendo paso a formatos híbridos y digitales cuando aún eran vistos con recelo. “El cine no se mide por cámara, sino por mirada”, suele decir.

Sostener un evento así en Colombia no ha sido fácil. Sin patrocinios constantes ni apoyos garantizados, Laguado convirtió la gestión cultural en un acto de fe. Durante años, Bogocine sobrevivió sin lujos, impulsado por la certeza de que el arte no es un adorno, sino una necesidad pública.

En tiempos recientes, el festival se ha reinventado. Nuevas secciones como “Pintando el Cine” han unido la imagen en movimiento con la ilustración, la literatura y la música, ampliando las fronteras del lenguaje audiovisual. Laguado ve el cine como un ecosistema en constante diálogo, no como un formato estático.

Hoy, cuando el séptimo arte parece atrapado entre algoritmos y plataformas, el fundador de Bogocine mantiene viva la esencia colectiva del cine: ver, debatir y pensar juntos. Su legado no se mide en alfombras rojas ni cifras de taquilla, sino en las miradas que ha formado.

Henry Laguado ha probado que el cine no solo se hace con cámaras, sino con convicción. Y que, a veces, un festival es mucho más que un evento: es una forma de resistencia cultural que se proyecta, año tras año, sobre la pantalla de la memoria.

Fotografía tomada de: El Espectador

Ir al contenido